CIUDAD DE MÉXICO. Nuestros hijos pueden portarse tan agresivos y violentos que puede inquietarnos y a veces hasta asustarnos. tanto, que los adultos sentimos la necesidad de tomar las riendas con una mano demasiado firme y a veces hasta de forma física para demostrarle al niño quién manda, compartió Excelsior.
Comprensiblemente, a los padres les preocupa saber por qué sus hijos se comportan así, pero más que nada quieren que esas conductas desaparezcan y que la vida vuelva a ser normal.
La sociedad puede ser prejuiciosa con este tipo de conductas, por eso los padres se sienten obligados a responder de una manera que, lamentablemente, muchas veces consiste en poner al niño en su lugar y tratar la agresividad infantil con una agresión adulta más fuerte.
A algunos adultos les enoja ver comportamientos o actitudes desafiantes y se les despierta su instinto primitivo de pelear o huir, por eso se entrometen y opinan sobre lo que «ellos» harían si los niños fueran sus hijos.
La preocupación de los padres puede llevarlos a educar de una forma mucho más autoritaria, donde se espera mucho del comportamiento de un niño, pero no se le ayuda a aprender cómo hacer bien las cosas, y entonces el niño siente que está solo en ese proceso. Los papás castigan con dureza los errores de los hijos para hacerles saber que hicieron algo mal, pero no se dan cuenta de que necesitan apoyo para hacer las cosas bien. Esta forma de educar probablemente sea la chispa que plante ese miedo en la mente del niño: en verdad están solos en lidiar con su mal comportamiento. La respuesta inflexible de la madre o el padre hará que el niño emprenda una carrera contra ellos para ganar esta batalla.
Cuando una madre o padre de familia se siente bajo presión de «hacer bien las cosas», las críticas de otras personas se pueden volver muy estresantes. Los sentimientos de vergüenza y humillación que sienten porque su hijo se está comportando de mala manera los puede hacer perder perspectiva sobre cómo ayudarlo. El pánico respecto al futuro de su hijos se puede convertir en una eterna preocupación exacerbada con recordatorios constantes por parte de amigos y familiares de lo terrible que se porta el niño.
Entonces, ¿cómo le pueden hacer los papás para ayudar a un hijo que tiene una actitud desafiante?
Recuerda que todo comportamiento es una forma de comunicación y es tu trabajo como papá o mamá intentar descifrar lo que tu hijo está tratando de decirte.
Pon atención a las cosas que detonen la actitud de desafiante y también a las que ayuden a calmarla (si es que hay algo).
Así como tratabas de entender a tu hijo cuando era un bebé, ahora también necesitas ser sensible e intuitivo.
Cuando un bebé muy pequeño llora, los papás intentan entender qué le pasa y le preguntan con un tono tranquilizador, «¿qué te pasa?, ya te cambié el pañal, te di de comer, ¿estás triste? o ¿quieres que te abrace?’ Al bebé le gusta que los papás le hablen así y lo miren con un verdadero deseo de ayudar, así se calma. Le ayuda saber que alguien está tratando de entender por qué no se siente bien.
Ahora, si nos adelantamos unos años, aunque no es fácil físicamente abrazar a un niño más grande que es agresivo y desafiante, tú como mamá o papá, puedes intentar «abrazar» a tu hijo de una manera similar, mostrándole que estás tratando de entender qué le molesta.
Esto puede ser difícil, pero es muy importante para apoyar a un niño que se porta violento: saber que estás tratando de ayudar es muy importante y útil para un niño enojado.
Trata de mantener el temple y medir tu tono, porque los niños perciben cualquier señal de que no te estás controlando. Recuerda que le estás enseñando a conservar la calma.
Dile a tus hijos lo que observas, pero sé amable, así ven que estás consciente de sus emociones por la forma en la que se están comportando…
«Te estás empezando a enojar, mejor vamos a tomarnos una pausa y regresar a…»
«Sé que cuando estás haciendo esto es porque no te sientes bien».
Ofrecer ayuda puede darle sensación de alivio al niño y hacerle saber que estás ahí para ayudarlos, aunque en ese momento parezca que te rechaza.
Estas cosas no funcionan a la primera, pero si las haces y estableces límites y rutinas justas y claras (por ejemplo, con la escuela y la hora de dormir), sí te va a ayudar. Los papás necesitan mucha fuerza de voluntad para decidirse a actuar de esta manera tan «planeada», especialmente cuando ya están desesperados y sin saber qué hacer.
Si sientes que necesitas ayuda adicional, debes hablar con tu médico general y ver si hay que canalizarlo a algún servicio de salud mental para niños y adolescentes. También investiga si alguna organización de caridad puede ofrecerte apoyo. (EXCELSIOR)
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