JULIAN PARRA IBARRA
Ideas no huevos
Aunque por fortuna sin mayores consecuencias, durante el anterior fin de semana ya se dieron dos brotes de violencia electoral en las campañas que están en marcha, y que debieran ser motivo de preocupación. La primera de ellas con un enfrentamiento con piedras y palos entre militantes de la sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y seguidores del candidato priista José Antonio Meade Kuribreña, el sábado pasado en Puerto Escondido, Oaxaca.
La segunda ocurrió en Piedras Negras al día siguiente, cuando el dos veces ex alcalde por el PRI, Claudio Bres Garza, acudió a registrar su candidatura por el Movimiento de Regeneración Nacional, quien fue agredido a huevazos, y todavía escurriendo el contenido de los proyectiles que hicieron blanco en su rostro y cuerpo, el aspirante a la alcaldía nigropetense ingresó a las instalaciones del Instituto Electoral para obtener su registro.
Tras los primeros hechos -como correspondía- el mundillo político en general reaccionó con repudio y rechazo a la violencia en cualquiera de sus formas y manifestaciones. Autoridades electorales, candidatos y sobre todo los priistas, condenaron los acontecimientos, quien quiera que haya sido su generador o instigador. En el segundo de los casos, la reacción de los tricolores fue distinta, a través de las redes sociales se mofaron de la víctima de los ataques a huevazos, y le dijeron que la gente no perdona a los traidores.
Sin embargo, partidos políticos, candidatos, medios de comunicación y la sociedad en su conjunto debemos deplorar esas expresiones de violencia; pero no podemos indignarnos solo en unos casos y solazarnos en otros. Tanto respeto merece Meade Kuribreña y sus seguidores, que Bres Garza y los suyos, porque se corre el riesgo de que, entre chistes, risas y memes, la violencia pudiera escalar en lo que resta de las campañas electorales.
En Gómez Palacio, la ex priista Marina Vitela sudó la gota gorda durante la pasada visita de Andrés Manuel López Obrador, cuando los seguidores de Morena no le permitieron siquiera dar su discurso tras el repetido y ensordecedor grito de ‘fuera el PRI’.
Ciertamente en esta ocasión quizá como nunca antes en la historia, se ha registrado el mayor fenómeno de migración partidista, ideológica, de siglas, colores o de partidos, transitando desde los extremos de la izquierda y de la derecha hasta colocarse exactamente en el punto opuesto al que se encontraban hasta antes del arranque del actual proceso electoral.
Evidentemente que al ser el partido de más reciente creación es Morena el mayor captador de renegados del resto de los partidos políticos, al grado tal que se llegaron a hacer de señalamientos tan directos como que andaban recogiendo cascajo para completar sus candidaturas. Si bien no es un ruego para que acepten candidaturas como sucedía en tiempos pretéritos con el PAN, Morena ciertamente ha levantado de todo; le han valido serios señalamientos como la incorporación del Napito Gómez Urrutia, Néstora Delgado y la cercanía de la familia de Elba Esther Gordillo, entre otros.
En este espacio hemos comentado la ausencia de pena para cambiarse de ideologías –que con los constantes cruces de líneas de ida y de vuelta parece que ya no existen-, pero ello no significa que sea la violencia la mejor manera de mostrar ese desacuerdo. Además, nos agrade o no, en la política no existen los contratos de exclusividad como en el mundo de las televisoras en nuestro país –y aun así, parece que desaparecieron porque igual se da el cruce de ‘estrellas’ de un lado al otro y del otro al uno-.
Más bien esto es más parecido al mundo futbolístico que cada que termina un torneo, los jugadores pueden cambiar de equipo, de camiseta, de ciudad y hasta de país. Se pueden contratar con quien sea, y en esto de la política como ya está visto que el asunto de las ideologías está convertido en un auténtico amasijo, podemos cuestionar los cambios de partido, y de ideologías, pero no podemos irnos a los extremos.
No participemos como sociedad -como ciudadanos, como integrantes de alguna organización, empresarial, religiosa, deportiva-, ni alentemos, ni festejemos como ciudadanos ningún tipo de expresión de violencia. Este país ya es lo suficientemente violento, ya se ha aportado una hiperbólica cantidad de vidas, como para permitir que la violencia sea el sello de estas campañas. Si los partidos y los políticos no lo hacen, los ciudadanos, la sociedad, pongamos el ejemplo: no queremos campañas de lodo, ni de piedras, ni de huevos. Queremos debates de altura, ideas, propuestas.
@JulianParraIba
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