Pertenecer al género femenino y participar en labores de rescate es duro, porque todavía existe un machismo reprobable en nuestra sociedad
Ser mujer y rescatista en siniestros devastadores es considerado por algunos como una verdadera incongruencia, pues existe el prejuicio de que las mujeres carecen de la valentía y fuerza de un hombre, sin embargo, para Juanita Huitrón esta vocación de ayudar se convirtió en su forma de vida, y ha demostrado que el género no tiene nada que ver.
En el terremoto de 1985, la heroína mexicana vivía sobre la avenida Reforma frente al edificio Nuevo León, que a la postre se derrumbaría. Al darse cuenta del acontecimiento, junto con su esposo y sus cuatro hijos acudieron a rescatar a los sobrevivientes. Desde entonces, Juanita dedicó su vida a esta gran labor, se preparó y fue una de las fundadoras de la asociación civil Brigada de Rescate Topos.
Huitrón narró en entrevista para UNAM Global que pertenecer al género femenino en esta labor a veces puede ser duro, porque todavía existe un machismo reprobable en nuestra sociedad.
“Me costó mucho trabajo empezar porque había quienes con toda la educación me corrían de la zona, había quien me veía inclinada trabajando y con el perdón en la boca me daban un golpe con la cadera y me tiraban al suelo”.
La rescatista retirada señaló que un día en un siniestro, del cual no quiso dar el nombre ni la fecha, trabajaba bajo los escombros y alguien le aventó una gran piedra para lastimarla.
Me gritaron “Aguas Juana, quieren acabar contigo”. Relató que cuando oyó que las piedras caían, sólo se encomendó a Dios “mientras me puse en posición dura y tome fortaleza”.
Recordó que con un poquito de mala suerte, esa piedra la hubiera fracturado. “Bendito Dios no me pasó nada, más sorprendidos quedaron todos porque seguí trabajando como si nada. Sí tuve retos fuertes, pero nunca pudieron conmigo”.
Un sueño en la UNAM
Al recapitular su vida, Juanita contó que fue hija adoptiva de un médico que era jefe de Salubridad en Pachuca, Hidalgo. “Él era una persona culta y todos sus hijos habían estudiado en la Universidad, yo también quería estudiar en la UNAM, y con ese sueño crecí”.
La rescatista no tuvo oportunidad de cursar una carrera, pero la vida la llevó a la UNAM. Después de la tragedia de 1985, se preparó para los siguientes episodios sísmicos. Asistió a la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia para tener perros rescatistas, asimismo, se preparó en las facultades de Ingeniería y Arquitectura para conocer sobre las estructuras, así como en la Facultad de Medicina para instruirse en primeros auxilios.
En su larga trayectoria, Juanita ha visitado Guatemala, Colombia, El Salvador, Nicaragua, India, Turquía, Estados Unidos y otros países, pero una de las anécdotas que recuerda con cariño la vivió en la sierra de Puebla.
Una vez rescatamos a dos ancianas de un deslave, y las llevamos a una casa en donde pasaron la noche, ya estaban calientitas y les dije: “Pueden estar tranquilas y a gusto”.
Y una de ellas me contestó con el corazón roto: “No señora, usted está equivocada, mis pollos se quedaron, qué voy a hacer sin ellos, eran todo lo que tenía, eran mi patrimonio, ellos vivían de nosotros, ¿quién les va a dar su maicito?, ellos no saben ir a comer en otro lado, quién les dará de comer, sin mis pollos ya no quiero vivir”.
A pesar de su cansancio, les dijo a los integrantes de su equipo de trabajo: “Vamos a rescatar a los pollitos”. Juanita lo hizo para que la mujer no se dejara morir porque no es broma, esas personas sin sus animales se mueren. Así, regresaron a buscar a las 14 aves, sólo encontraron a ocho.
“Qué importante es a veces hasta la vida de un pollito, de hecho, para mí salvar una vida es salvar al universo completo, concluyó. (UNAM GLOBAL )
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