“LA MALDICIÓN DE LA CASA WINCHESTER”

VÍCTOR BÓRQUEZ NÚÑEZ 

Una casa construida por espíritus malditos, un envase elegante para un filme de terror gótico y la presencia de esa gran actriz que es Helen Mirren (“La reina”), no logran superar la decepción que provoca esta película basada en la supuesta casa más embrujada de todos los tiempos.

El título original de este filme de terror protagonizado por Helen Mirren, “La casa que construyeron los fantasmas”, es mucho más decidor y entronca directamente con el sentido que tiene la película.

Hay otro dato que debe considerarse al instante de analizar este estreno. En la actualidad, el cine de terror ha saturado las salas de cine con películas basadas en el tema de las casas encantadas, los seres que dominan un lugar conocido como poltergeist y posesiones de todo tipo. Esto ha confabulado en contra de “La maldición de la casa Winchester’, la nueva cinta dirigida por Michael Spierig y Peter Spierig (responsable de “El juego del miedo VIII”).

La causa es simple: esta cinta está diseñada como una pieza elegante, de un fuerte componente visual gótico, situando a sus personajes en una casa laberíntica que está siempre en constante construcción debido a los caprichos de su dueña, la señora Winchester, pero no tiene los efectismos habituales de las películas que solo pretenden asustar y nada más. Muy por el contrario, el trabajo de diseño de escenarios y de vestuarios, la iluminación y el estilo afectado de las actuaciones pueden descolocar a quienes no están acostumbrados a tanta elegancia para una película que no asusta como se considera actualmente el terror fílmico.

La misteriosa historia que narra esta película se apoya en la actuación de Helen Mirren como protagonista. Sin embargo, el público no ha tenido piedad con este filme considerándolo como un pasatiempo elegante pero carente de suspenso y de verdadero terror, calificándolo incluso como «la primera gran decepción de 2018».

Para ser justos, “La maldición de la casa Winchester” cuenta los acontecimientos ocurridos en la (supuesta) mansión conocida como una de las más embrujadas del mundo, la mansión Winchester, en California.

Esta increíble mansión de siete pisos y 160 habitaciones pertenece, tras la muerte de su hija y su marido, el inventor del rifle de repetición, a la señora Sarah Winchester (Helen Mirren), quien recorre como espíritu la casa con un vestido de luto victoriano, convencida de que este lugar está dominada por los espíritus de las víctimas que murieron, precisamente, a causa de las armas Winchester.

La idea argumental es que la misteriosa dama encargó la construcción de una casa victoriana, que se va armando día y noche, para que los espíritus demoníacos la dejasen en paz, ya que al no estar acabada ninguna habitación ellos no podrían apoderarse de ese lugar. El resultado es que con el paso del tiempo las habitaciones fueron aumentando, crearon un laberinto y consiguiendo que la casa llegase a tener una dinámica aterradora en su caos.

Como la señora es una de las socias más importantes del grupo financiero heredero del legado Winchester, envían a un médico para que pueda evaluar la salud mental de la dama y así tener una herramienta efectiva para anular la parte de la sociedad que ella mantiene.

Desde la llegada del facultativo, el terror y los misterios se suceden de tal manera que el propio profesional empieza a tener sus dudas respecto de si lo que ocurre en ese extraordinario lugar es realmente una demostración del dominio de poltergeist en ese caserón.

Si bien la cinta abunda en lugares comunes (los ruidos, los movimientos de la cámara, las apariciones súbitas de personajes siniestros) y el guion acumula demasiada información, sobre todo hacia el segmento final, el filme resulta elegante y nada despreciable que, sin ser de ningún modo una pieza maestra en el género, logra transmitir el encanto nada discreto del terror gótico, cuya protagonista única es la casa, una creación alucinante de maderas, clavos, ventanales, puertas y laberintos que terminan seduciendo a los más escépticos. Eso, pero nada más que eso.

 

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El Heraldo de Saltillo
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