LA POLÍTICA AL ESTILO MIGUEL RIQUELME

 RUBÉN OLVERA MARINES

 Llama la atención el trabajo de Miguel Riquelme como gobernador de Coahuila, digamos que está en trayecto de superar las expectativas. Recibió un estado convulsionado por la revuelta poselectoral, con instituciones públicas en franco descredito, diezmado en sus finanzas, inmerso en un contexto internacional incierto y con la inseguridad siempre dispuesta a regresar. A más de dos meses que asumió el encargo, el exalcalde de Torreón mantiene al estado en paz y estable socialmente. Por supuesto que en el asunto de la seguridad no se puede cantar victoria. En esta columna lo hemos repetido en varias ocasiones: la inseguridad se convirtió en cíclica, siempre regresa. Pero al menos la transición no arribó acompañada de olas de inseguridad y violencia o disputas por el territorio –salvo algunos brotes en La Laguna que deben estar identificados y los cuales resultan urgentes de atender−, como ha sucedido recientemente en diferentes estados al momento que se presentó un cambio de gobierno.

Seamos sinceros, o se esperaba menos del lagunero o se sobrestimó la fuerza de la oposición. ¿Alguien sabe qué sucedió con el Frente por la Dignidad? Porque en los hechos, Miguel Riquelme ha logrado lo que su antecesor o no quiso o no pudo hacer: gobernar en pluralidad. En pocos días se le ha visto en más ocasiones compartiendo eventos con el alcalde panista de Torreón, Jorge Zermeño, que los que en cuatro años se le vio a su antecesor con el exalcalde opositor de Saltillo, Isidro López. Lo mismo en el Congreso con mayoría opositora, que si bien el titular del Ejecutivo estatal no ha lanzado alguna iniciativa que ponga a prueba la pluralidad del Legislativo, al interior del Congreso se percibe un ambiente menos hostil de lo esperado, en parte porque Miguel Riquelme garantizó que el PRI cediera comisiones estratégicas a la oposición, como la de Auditoría Gubernamental que resultó en manos del experimentado panista Juan Antonio García Villa. Al igual que con el tema de inseguridad, puedo afirmar que, conforme avance la primera parte del sexenio, la lucha en el Congreso por la aprobación o rechazo de iniciativas, tenderá a asemejarse a un campo de batalla, empero, por lo pronto, sin novedad en el frente. De ahí la otra sorpresa: Samuel Rodríguez Martínez cumpliendo al frente de un Congreso mayoritariamente opositor.

Miguel Riquelme asumió la gubernatura con las apuestas en su contra, ¿consideras que es momento de ratificar? Al interior de su partido, el PRI, y de las estructuras del gobierno estatal, las cosas no son distintas: en calma. El gobernador avaló la candidatura al Senado de Jericó Abramo, pero claro, se asegurará que la fórmula encabezada por la exlíder del PRI estatal, Verónica Martínez, sea la primera en el orden de prelación, en parte obligando a que Jericó le ponga talante para ganar en Saltillo. Lo mismo en el PRI, puesto que con la incorporación de Rodrigo Fuentes a la dirigencia estatal, el gobernador conquista el control del partido que en las pasadas elecciones perdió la mayoría del Congreso e importantes alcaldías. En la burocracia estatal, hay quienes demandan que Riquelme acelere los cambios. Al momento se ha mostrado prudente y ha perfilado que después del proceso electoral vendrán los ajustes; se entiende que después de doce años de continuidad, desmantelar las estructuras exige un proceso quirúrgico y gradual. Por lo pronto, designó en algunas secretarías a personajes cercanos y en otras a representantes de grupos políticos estratégicos para avanzar en el proceso de cambio. Y algo aun más interesante, en dos meses Riquelme consiguió lo que sus dos antecesores en doce años dejaron para después: logró la transición en la Universidad Autónoma de Coahuila, después de más de veinte años en los que un mismo grupo la controló.

Caos e ingobernabilidad, eran las nociones en las que un sector de la prensa ponía acento cuando hablaba del futuro gobierno de Miguel Riquelme una vez que el TRIFE validó la elección. Los parámetros cambiaron. Quienes apostaban a la catástrofe, se han encontrado con un escenario distinto. Las señales apuntan en esta dirección: tal vez sin quererlo, acaso sin externarlo, aunque sí bien ejecutado, lo que está haciendo el gobernador es política, en el sentido realpolitik del término.

 

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El Heraldo de Saltillo
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