Por Caroline Mayer
Hay preguntas que no se debaten tan a menudo, pero que todos nos planteamos y que tienen su razón de ser: ¿Cuánto influye el estado de ánimo en la evolución de las enfermedades graves? ¿Las personas depresivas tienen más riesgo a contraer cáncer? O, sin ir tan lejos, ¿el estrés y la infelicidad nos enferman?
Cuando Sabine Dinkel se enteró que tenía un cáncer de ovario avanzado, se mentalizó a que iba a suceder lo peor. Una vez pasado el shock de los primeros momentos, se lanzó a buscar libros y materiales que la ayudaran, pero lo que encontró la deprimió todavía más, porque muchos libros le insinuaban que ella misma tenía la culpa de lo que le estaba pasando. El mensaje era algo así como «viviste mal. No te prestaste suficiente atención».
Muchísimas personas creen fervientemente en que el cáncer tiene un disparador emocional o psíquico. Es más, en Alemania se llevó adelante una encuesta del centro de investigación del cáncer DFKZ y el 61 por ciento dijo creer que las cargas psíquicas y el estrés podían provocar un cáncer. Pero no hay ningún tipo de evidencias científicas sobre esto. Al contrario.
Imad Maatouk, psicólogo de la Clínica Universitaria de Heidelberg, explica que «la idea de que uno contrae cáncer porque vive muy estresado o porque ha perdido a alguien importante en la vida, desde el punto de vista científico no se sostiene». La aparición de un cáncer, continúa, depende de muchos factores: genéticos y de riesgo (como fumar), pero también aleatorios.
Tampoco existen pruebas de que llevar una vida tranquila y optimista evite la aparición o el resurgimiento de esta enfermedad.
De todos modos, Maatouk dice que tampoco está mal creer en ayudas psíquicas o espirituales, porque, aunque no estén científicamente probadas, cumplen una función, sobre todo en la primera etapa de una enfermedad, porque pueden ubicar al paciente en un lugar totalmente distinto, transmitirle la sensación de control sobre la enfermedad.
Es decir, si bien curar el cáncer con libros de autoayuda no es posible, estos caminos sí permiten mejorar sustancialmente el modo en que se siente el paciente y su calidad de vida. Los ejercicios de relajación son fundamentales, y acompañar el proceso con una psicoterapia también es un gran respaldo, porque es totalmente normal que un diagnóstico de este tipo dispare desórdenes o grandes interrogantes.
Sabine logró encontrar ese espacio vital en el humor, porque encontró un libro gracioso que le ayuda a ponerle nuevos nombres a lo que va sintiendo.
Para sus amigos y familiares tampoco es fácil, pero ella dice que lo primordial no es que todos piensen cómo se sentirían en esa situación, sino que les pregunten directamente a los afectados qué necesitan.
A ella le molesta que le estén diciendo todo el tiempo cosas bienintencionadas. Es más, en la clínica a la que va organizó un bingo de «estupideces sobre el cáncer» y en las tarjetas de juego apuntó frases típicas que los pacientes ya no quieren escuchar más de otros: «Tienes que pensar positivo», «vamos, tú puedes», «no pierdas la esperanza» y otros ejemplos.
Dinkels tuvo una recaída un año después de hacer quimioterapia. «Siempre creí que si eso pasaba iba a enloquecer, pro no fue así», recuerda. Les pidió a todos sus amigos y conocidos que le enviaran tarjetas a la clínica dándole tareas que la hicieran reír. Hoy, dos años después, dice: «Seguramente no voy a cumplir 100 años, pero igual puedo disfrutar la vida». (DPA)
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