Por Teresa Nauber
Los primeros años de socialización son fundamentales para muchos niños. Algunos parecen más seguros de sí mismos y otros menos, y muchas veces los contextos en los que se mueven son cruciales a la hora de definir cómo será su desarrollo posterior. Algunos en la escuela sufren mobbing. ¿Hay formas de hacer que un niño tenga más confianza en sí mismo? ¿Existen vías de contrarrestar lo que pueda sufrir en un mal momento en el grupo escolar?
El especialista Jürgen Rüstow alza los brazos al cielo y estira los dedos hacia arriba. «Estírense y crezcan todo lo que puedan», les dice a siete niños entre cuatro y cinco años, que lo imitan. Después, los niños tienen que circular por el espacio y darle la mano a cada persona que se crucen en el camino. «Levanten la cabeza y mírenlo a los ojos», les pide con una sonrisa.
Rüstow es especialista en cuestiones de personalidad y trabaja en un jardín de infantes de Berlín. Está convencido de que los niños deben aprender desde muy pequeños a lidiar con situaciones conflictivas «para no convertirse en víctimas», explica. «Ni en actores que generen dolor». Ambas caras están muy relacionadas. Si uno recibe «golpes» permanentemente, aprovechará la más mínima oportunidad para golpear a otros.
Para tener confianza en sí mismo, también es importante desarrollar la capacidad de tomar decisiones, algo que según Rüstow empieza a edad temprana, incluso en momentos en que el niño quiere no hacer algo que le piden sus padres.
Tomemos un ejemplo sencillo: el pequeño no le quiere dar un besito a la abuela porque le da vergüenza. Una posible reacción ante esto es dejar al niño y respetar lo que quiere o no quiere, para que sepa que lo que siente es respetado por los demás y que los otros valoran lo que él quiera hacer.
Los niños suelen ser víctimas cuando son muy tímidos o introvertidos, porque los actores o sometedores suelen preguntarse, sin darse cuenta, ¿quién es más débil que yo?
Por supuesto, nada garantiza que un niño no vaya a ser víctima de mobbing, porque todos nos vemos confrontados con fenómenos similares en algún momento de la vida, pero justamente por eso los especialistas destacan lo importante que es que cualquiera, cuando atraviesa una situación semejante, se atreva a hablar con sus maestros, padres o pedagogos.
Rüstow recomienda a los padres que entablen conversaciones, aunque sea mínimas, al terminar el día para que sus hijos puedan contarles cosas hermosas y quizás incómodas que hayan vivido durante la jorada. No es bueno reaccionar con demasiada firmeza cuando un niño cuenta algo que lo frustra. Las frases del tipo «Saca pecho», «Pórtate como un hombre» o «hay que aguantar» suelen ser inconducentes y hasta contraproductivas. (DPA)
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