TERESA GURZA
Santiago de Chile, 17 de enero de 2018.
Maratón de ceremonias ha tenido en su gira a Chile de dos días y medio, el Papa Francisco.
Tuvo que levantarse casi de madrugada para estar listo a las 8 de la mañana, que empezaban sus actividades oficiales; mismas que terminaban muy de noche.
Este miércoles voló tempranito a la ciudad de Osorno para trasladarse en coche a Maquehue, en la ciudad de Temuco; capital de la Araucanía y tierra de los indios mapuches, donde celebró una Misa por el Progreso, ambientada con instrumentos indígenas en lugar de campanas; y en la que representantes de diferentes etnias de la zona realizaron las peticiones y entregaron las ofrendas.
Ha sido ese, un lugar en el que ha habido durante siglos rezagos sociales, abandono de los gobiernos, racismo bastante generalizado del resto de los chilenos y problemas de algunos grupos nativos y actuales propietarios de tierras, que los mapuches reclaman como suyas; y en rechazo a la visita papal, fue quemada la noche del martes, una iglesia en Collipulli.
Y hubo molestia por la restricción policíaca para acceder a los recintos donde estaría el Papa; a la Misa llegaron cerca de 200 mil personas, bastante menos que las 400 mil que se esperaban; lo que se atribuyó al intenso frío, a que había que caminar siete kilómetros para llegar al lugar y a los operativos de seguridad implementados por los carabineros.
Y es que el Papa Francisco ha debido enfrentar en Chile conflictos que él no causó; como el atraso secular en que han estado los integrantes de las diferentes etnias que hay en Chile, en comparación con el desarrollo alcanzado por el resto del país; los abusos sexuales por parte de miembros del clero y el repudio hacía algunos obispos principalmente hacía el titular de la Diócesis de Osorno, Juan Barros, por su complicidad con sacerdotes pedófilos y quien lejos de renunciar para aminorar las cosas, o ausentarse de los actos papales, estuvo el martes en los eventos de Santiago y este miércoles en la Misa por el Progreso.
Seguramente por eso, el tema de la Epístola y de la homilía papal fue contra la violencia y por la reconciliación.
Empezó por decir que esa tierra preciosa “vista con ojos de turistas, nos deja extasiados; pero si nos acercamos con otros ojos, oímos a sus pueblos nativos, cantar con tristeza”.
Se refirió a las lágrimas de dolor que se derraman en el mundo “por el avasallamiento de unos sobre los otros”.
Y recordó que en esa base aérea de Maquehue, lugar de la ceremonia, se registraron “gravísimas violaciones a los Derechos Humanos”, ofreciendo la Misa por todos los que ahí sufrieron y por los que siguen sufriendo.
Después llamó, a no confundir igualdad con uniformidad; precisando que la unidad reconoce la diversidad y lo que cada pueblo puede ofrecer con toda su riqueza cultural, “porque no hay culturas superiores ni culturas inferiores”; reforzó que la unidad se basa en el reconocimiento del otro y reclama reconciliación, solidaridad y ser escuchados.
Advirtiendo que el reconocimiento mutuo no puede basarse en la violencia, que aniquila al otro y vuelve mentirosa la causa más justa; y que la unidad se fractura si hay acuerdos políticos que no se cumplen.
Y concluyó deseando llegar a ser juntos, “artesanos de la paz y constructores de la Historia”, y reiterando que hay que salir del vecindario a mirar otros rostros.
El martes por la noche, el Papa tuvo un encuentro privado del que nada se sabe, con víctimas del sacerdote Karadima; y este miércoles por la tarde estará en la ciudad de Iquique, del norte chileno, para presidir otra Misa y volar en seguida para Perú.
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