ALGO QUE VALE LA PENA CONTAR

ALBERTO BOARDMAN

Julio César: «Tu espíritu nunca se conformó con los estrechos confines que la naturaleza impone». Cicerón

Seguramente alguna vez hemos escuchado la frase: «Cruzar el Rubicón», veamos de dónde proviene. El Río Rubicón es un afluente de agua corto, de régimen torrencial, perteneciente al noreste de Italia cuya desembocadura termina en el mar Adriático. Todo parece indicar que su nombre lo debe gracias a la tonalidad que adquiere el agua que al correr por una región arcillosa, tiñe el vital líquido de color rubí.

Corría el año 49 a.C. y Julio César llegaba a la orilla del Rubicón, límite natural entre Italia y Galia, y por lo tanto como frontera política, estaba prohibido que cualquier general se atreviera a cruzarlo con un ejército armado. César sabía que su determinación a desobedecer esta ordenanza, daría como resultado iniciar la segunda guerra civil, etiquetándose así, como enemigo de la República. La noche del 11 al 12 de enero, César detuvo la marcha de su montura justo cuando las patas de su caballo chapoteaban el agua en la orilla del río. Dudó un segundo considerando la ilegalidad de lo que se encontraba por realizar, volteó a ver a sus generales y a sabiendas de que ya no había vuelta atrás, pronunció la frase: «Anerriphto kybos» (que rueden los dados) que finalmente llegaría hasta nosotros a través de la historia como: «Alea jacta est» (la suerte está echada), dando entonces la orden a sus tropas de avanzar cruzando el Rubicón. César sabía que a partir de ese momento no tendría otro remedio que afrontar las buenas o malas consecuencias de su decisión.

Finalmente la historia se encargaría de contar que el aventurado general resultó vencedor ante Pompeyo, quien (ante el rápido avance logrado por César, gracias al cruce evitando rodear el río), se vio obligado a huir de Roma en presurosas marchas. César conquistó la ciudad sin violencia y al final de la guerra obtendría el título de dictador perpetuo.

Desde entonces la frase: «Cruzar el Rubicón», significa tomar una determinación a sabiendas de que una vez sobrepasado cierto punto en el andar de nuestro camino, lo único seguro es que las consecuencias procedentes de nuestra decisión, buenas o malas, ya no podrán evitarse.

 

Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.

 

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El Heraldo de Saltillo
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