Estas circunstancias podrían multiplicar el número de personas que padecen escasez de alimentos en lugares como Leshoto, en el sur de Mozambique, el oeste de Sudáfrica, el sur de Zambia y Mali, el este de Zimbabwe y el suroeste de Madagascar.
En 2016, la bajada de la producción alimenticia, causada por el fenómeno meteorológico de El Niño, contribuyó al crecimiento del número de personas que sufrían por la escasez de alimentos en África meridional. En Zimbabwe, más de 4 millones padecían esta situación y, en Malawi, la cifra alcanzó los 6,7 millones.
En cambio, el año pasado, la producción de maíz –un alimento básico en la dieta de la región– aumentó un 43 % y, por primera vez en cinco años, la producción regional excedió la cantidad necesaria para el consumo doméstico y permitió a los países reponer sus existencias. Según las estimaciones, esta recuperación contribuyó a reducir las cifras de carestía hasta un 90 %.
Según una nueva alerta lanzada por el Sistema Mundial de Información y Alerta (SMIA), se prevé que la producción agrícola disminuya para 2018 debido a la irregularidad de precipitaciones y la intensa sequía del mes de enero. Sin embargo, el excedente de producción del año anterior servirá para satisfacer las necesidades en parte de los países. De hecho, el bajo nivel de los precios refleja unas condiciones de abastecimiento favorables.
Crecimiento de la carestía
De acuerdo con SMIA, a nivel doméstico, todavía existe un gran número de pequeños empresarios agrícolas y familias rurales que tratan de recuperarse tras las pérdidas de 2016 y, por lo tanto, se encuentra en una situación de vulnerabilidad ante la probable reducción de la producción agrícola.
En este contexto, el jueves pasado, José Graziano da Silva, el director general de la FAO, intervino desde Jartum, Sudán, para insistir en la importancia de fortalecer la resiliencia de las comunidades en África, donde las tendencias de hambre resultan alarmantes.
Otra de las grandes preocupaciones es el impacto del gusano cogollero del maíz, una especia invasiva que ya ha sido detectada en todos los países de la región –excepto en Lesotho y el sur de la Isla Mauricio–. A pesar de que las lluvias recientes pueden haber contribuido a contener la propagación de este parasito, la ola de sequía podría causar el efecto contrario e, incluso, exacerbar su impacto sobre los campos, incrementando el riesgo de carestía en la región. (CINU)
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